sábado, 10 de septiembre de 2016

El ofendimiento del ofensor

Muchas veces en la vida nos topamos con gente que no es consecuente con su forma de ver el mundo. Lo que dice, hace, y dice pensar no es, en absoluto, parte de los ideales que lo mueven. Esta gente son los famosos hipócritas, gente en muchos casos carente de principios sólidos más allá de sus propios intereses.
Si usted tiene unos principios claros, una personalidad definida o, por qué no decirlo, sentido común, no le costará reconocer al sujeto mencionado, el hipócrita.
Hay un problema grande con la gente de este palo, y es que se acaban autodestruyendo. Su modo de actuar es el que sigue: reconocen un patrón en su medio que es posible que dificulte su acceso a unos intereses o meta y en cuanto lo identifican emplean una moralidad racional y sensata (una lógica disfrazada de moralidad en mi opinion) para criticarlo, atacarlo y terminar con él cuanto antes. Tras ello, llegan a su objetivo con el camino despejado y se topan con un claro problema: no saben como actuar en ese instante. El hipócrita no tiene principios ni para lo malo ni para lo bueno.
De esta regla de actuación se puede sacar una contrapartida dual, el hipócrita hace daño a su entorno antes de conseguir lo que quiere y después, solo que él acaba incluido en el entorno, injurias que solo son ofensas.
Pero de todo esto el hipócrita no tiene toda la culpa, simplemente no sabe que está siendo hipócrita. Si usted mismo tiene dudas, no analice lo que hace en público, sino lo que piensa en su intimidad. Reflexione y piense que la lealtad a sus valores es lo mínimo que puede hacer por el resto.

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